14 de septiembre de 2010

La Felicidad en la Ética a Nicómaco de Aristóteles (Lib. I)

Aristóteles, en el libro primero de la Ética a Nicómaco, se refiere a la felicidad como un cúmulo de bienes, idea que hemos de profundizar más adelante. “Bien es aquello a que todas las cosas tienden”[1]. En efecto, todas las ciencias, artes, estudios, trabajos… tienden a un bien determinado; más aún, todo ser humano en su actuar tiende a un bien determinado. Sin embargo, no todos los bienes son iguales. En efecto, “los bienes pueden decirse de dos modos: unos por sí mismos y otros por éstos”.[2] Es decir, hay bienes que por sí solos son suficientes, no necesitan de nada más para constituirse como tales; mientras que otros existen en base a estos otros.  
“Si existe, pues, algún fin de nuestros actos que queramos por él mismo y los demás por él, y no elegimos todo por otra cosa -pues así se seguirá hasta el infinito, de suerte que el deseo sería vacío y vano – es evidente que ese fin será lo bueno y mejor.”[3] Con respecto a esto, Aristóteles se plantea la posibilidad de un bien por el cual todos los demás alcancen su sentido. Efectivamente, este bien por el cual elegimos todas las cosas es la felicidad: ella es quien da sentido a todo cuanto hacemos.

Dentro del marco de esta reflexión, en muchas ocasiones buscamos placeres, honores, dinero, confort, salud, conocimientos, entre otros bienes, y ciertamente nos agradan en sí mismos; sin embargo, el fin último de buscar todos estos bienes es porque queremos ser felices: buscamos tener y ser muchas cosas con la única finalidad de alcanzar la felicidad. Los bienes nos sirven de medios para conseguir la felicidad tan anhelada.
Por ello, podríamos considerar la felicidad como algo que posee perfección, dentro del pensamiento del Estagirita: “en general consideramos perfecto lo que se elige siempre por sí mismo y nunca por otra cosa”[4]. La felicidad es uno de los bienes más perfectos que podemos encontrar –si no es el más perfecto- como hemos referido anteriormente. Siempre, y sin excepción, la buscamos por sí misma y todas las demás cosas por ella. Además, por el sólo hecho de ser el fin de nuestros actos, ya merece ser perfecta, pues la humanidad, ontológicamente tiende a la perfección en todo cuanto se propone. Las maravillas hechas por los seres humanos nos  dan testimonio de esto: las grandes edificaciones construidas a lo largo de la historia: -la Muralla China, las Torres Gemelas, la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, la Acrópolis de Atenas, el Templo de Kukulcán en Chichen Itzá, el Coliseo de Roma, entre otros; la gran tecnología a nivel de computadoras, teléfonos y autos, incluso nuestra ropa- son realidades sobrecogedoras y muestran las inmensas capacidades y el inmenso poder que tenemos como seres humanos.
 Es evidente, entonces, cómo nuestro mundo en evolución está siempre en un constante perfeccionarse. Por ejemplo, una computadora que sale al mercado hoy mañana ya está superada por otra, y en un mes es chatarra. Lo mismo sucede con todas las cosas que usamos, porque estas cosas no son un fin en sí mismas; sino muchas veces sustitutos de la felicidad: no llenan el ansia de felicidad del hombre.
Ahora bien, si todas estas cosas por sí solas no nos proveen de felicidad entonces ¿qué lo hará? Aquí hemos de volver a la idea del cúmulo de bienes. Esta es la idea central. Efectivamente, “la felicidad es fin y completamente perfecta en todos los sentidos. Y si esto es así, llamaremos venturosos entre los vivos a aquellos que poseen y poseerán lo que hemos dicho, es decir, venturosos en cuanto hombres.”[5] 
Para Aristóteles la felicidad no abarca sólo un área de la persona; antes bien, habla de venturoso o feliz en cuanto hombre en todos los sentidos, es decir, en cuerpo y alma. La filosofía de Aristóteles es, pues, unitotal. Por esta razón es conveniente hablar de un cúmulo de bienes, ya que se trata de tener todos los bienes que necesitamos  a nivel material y espiritual. Cuanto mayor sea el número de bienes que nos rodeen, mayor será nuestra felicidad. En efecto, un hombre puede tener una buena familia, riquezas, conocimientos, pero si le falta la salud, su felicidad se verá entorpecida…y así con todos los demás bienes. Esto hace pensar en un estado donde no haya contingencias.
Si bien es cierto, como dice Aristóteles, que hay males que acaban con la felicidad como puede ser el caso de la demencia, hay otros males, que tal vez no deben ser considerados tales debido a que constituyen un bien para la persona y lejos de anular la felicidad, la fortalecen, es la metafísica del mal[6]. También encontramos bienes que en ciertas personas pueden constituirse en males y que lejos de ayudarles a ser más felices pueden acabar con su felicidad[7].
De lo anteriormente expuesto se desprende, que la felicidad no consiste solamente en tener; sino en interiorizar lo que se tiene, ya que “la felicidad es una actividad del alma según la virtud perfecta”[8]. En este sentido, la felicidad es axiológica: podemos tener todas las riquezas materiales deseadas por un ser humano y no ser felices. Por esta razón, debemos valernos de esos medios y utilizarlos en su debida dimensión, es decir, en forma adecuada, como mediación, para llegar a la verdadera felicidad y no como un espejismo de felicidad que consiste en alegrías pasajeras, plásticas. Infelizmente allí radica la equivocación de mucha gente.
Tomando en consideración todos estos factores, es de suma importancia recalcar que “llamamos virtud humana no a la del cuerpo, sino a la del alma”[9]. Esta afirmación es genial y clave. En efecto nuestra corporeidad es compartida con casi todo el resto de las creaturas que nos rodean; mientras que el espíritu nos distingue como seres humanos. Y, aunque es cierto que otras creaturas, como los animales y las plantas también poseen alma porque tienen vida, solamente el ser humano es de naturaleza racional porque tiene espíritu. Dicha racionalidad nos lleva a reflexionar sobre nuestros actos y a mejorar cada día como personas, cosa que un animal o una planta no puede hacer[10].
Para obtener la felicidad es necesaria la virtud, que etimológicamente significa fuerza, la cual sólo se adquiere en un trabajo de propósito diario, en el cual uno va moldeándose a sí mismo a través de la praxis para lograr el hábito.
En consonancia con lo anterior, para el Estagirita una de las virtudes más importantes para ser felices es la sabiduría. Efectivamente, aquel que cultiva la sabiduría tendrá las armas necesarias para enfrentarse en primer lugar a sí mismo, el sujeto de la felicidad; y luego sabrá usar mejor el cúmulo de bienes que le rodean, y que son para la felicidad y no para la desventura. 
Resalta, por consiguiente, que el mejor modo para alcanzar la felicidad es la vida virtuosa, ya que “obrar bien y vivir bien es lo mismo que ser feliz”[11]. Más aún, una vida limpia, justa, moderada, en la cual se obre el bien y por consiguiente se viva bien, es el código para ser feliz.
Finalmente, “la felicidad es cosa perfecta y digna de ser ensalzada. Parece que es así también por ser principio, ya que todos hacemos por ella todas las demás cosas, y el principio y la causa de los bienes lo consideramos algo sagrado y divino”[12].  En este sentido, por el hecho de ser principio, Aristóteles atribuye la plenitud de ese bien al “Ente de los entes”
En efecto, el hombre salió feliz de las manos de Dios quien lo dotó de un cúmulo de bienes según las Sagradas Escrituras. Por tanto, el designio de Dios es que el hombre sea feliz. Por eso, el ser humano nace con el ansia de la felicidad, y a medida que crece esa ansia se desarrolla y busca la felicidad hasta encontrarla si es virtuoso, o perderla si no lo es.
Hasta el mismo Aristóteles pensaba: “si alguna otra cosa es un don de los dioses a los hombres, es razonable que también lo sea la felicidad, y más cuanto que es la mejor de las cosas”[13].  Así pues es evidente que la felicidad también es considerada por Aristóteles como un don divino, ya sea un regalo de los dioses o una consecuencia del esfuerzo personal. Por lo tanto, si es un don divino debe ser perfecto y para la máxima felicidad humana. 


[1] ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco Lib.I,1, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002
[2] Ibid. Lib I,6
[3] Ibid. Lib.I,2
[4] Ibid. Lib.I,7
[5] Ibid. Lib.I,10
[6] Por ejemplo: una madre cuyo hijo debe ir a estudiar al exterior llora de dolor por el mal que para ella      representa la separación. Sin embargo, acepta el dolor, ya que sabe que los estudios constituyen un bien mayor para su hijo lo cual le hace feliz. Llora de dolor estando feliz
[7] Por ejemplo: una persona que tiene éxito en su trabajo recibe un cargo que supera sus capacidades, esto le lleva no sólo a perder su trabajo, sino a quedar en ridículo frente a sus compañeros. Esta situación destruyó la felicidad de dicha persona
[8] ARISTÓTELES, Op. Cit. Lib.I,13
[9] Ibid.
[10]Por eso se distinguen los actos de hombre que el ser humano comparte con los animales; y actos humanos, que son aquellos en los cuales interviene la inteligencia y la libertad para producir el acto ético
[11] ARISTÓTELES, Op. Cit. Lib.I,4
[12] Ibid. Lib.I,12
[13] Ibid. Lib.I,9

1 comentario:

  1. Victoria Sosa 3ro B
    "La felicidad en Aristoteles"
    La mayoría y la gente más burda ponen la felicidad sólo en ámbito del placer; se olvidan de algunas cosas esenciales en la vida por buscar tener, etc., por eso dan a entender su amor a una vida llena de goces, de cosas efímeras. Aristóteles organiza su propuesta ética en torno al problema de la felicidad, su punto de partida es el convencimiento que para todos los hombres, en todos los oficios y ocupaciones, lo común es perseguir un fin; en el caso especial de la ética, ese fin que se pretende o se quiere alcanzar es, precisamente, la felicidad.
    Y dedica, entonces, una buena parte de su propuesta moral a la definición de ese fin, de ese bien, que denominamos “felicidad”. Para Aristóteles, el hombre bueno, el hombre feliz, es un virtuoso; y la virtud es posible si los seres humanos practican hábitos buenos. La felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto.
    Desde un punto de vista más realista, Aristóteles también acepta que para ser feliz es necesaria una cantidad moderada de bienes exteriores y afectos humanos. En resumen, Aristóteles hace consistir la felicidad en la adquisición de la excelencia (virtud) del carácter y de las facultades intelectivas.

    Profe pongame 20 porfaaa :)

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