10 de febrero de 2013

EL CIELO


“JESUCRISTO SUBIÓ A LOS CIELOS, 
Y ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODOPODEROSO”


El cielo es el estado de felicidad eterna. Se trata de un retorno al estado de la humanidad anterior a la caída, un segundo y renovado Jardín del Edén en el que la humanidad se reúne con Dios en un perfecto y natural estado de existencia eterna. Esta reunión se logra mediante la obra redentora de Jesucristo de morir en la cruz por los pecados de la humanidad. El cielo es, pues, el estado de gozo, paz y felicidad infinita y eterna.


En este orden de ideas nos dice el catecismo de la Iglesia católica:
“Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Solo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (MR, Prefacio de la Ascensión).”[1]

Según esto, el hombre tiene acceso al cielo por aquel que ha vuelto a abrir las puertas del mismo para él, Jesucristo. Éste, en efecto es quien con su pasión, muerte y resurrección ha devuelto a los hombres la felicidad que se había perdido en el paraíso por el pecado.

Ahora bien, a diferencia del infierno y el purgatorio que pueden ser experimentados en esta vida, el cielo está reservado para después de esta vida, pues, la felicidad terrena es imperfecta, se tienen momentos de felicidad, pero no felicidad absoluta (cielo). Por ello, cuando el ser humano vuelva a Dios, de donde ha salido, volverá a disfrutar de la felicidad plena.



[1] C.I.C. n. 661

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